Juan Pacheco, Marqués de Villena
(1419-1474).
En la serie que TVE está presentando bajo el
título “Isabel” aparecen dos personajes de la nobleza que influyeron de manera
extraordinaria en la vida de la época, los cuales tenía un inmenso poder. Me
refiero a Juan Pacheco, marqués de Villena, duque de Escalona y Maestre de
Santiago y su hermano Pedro Girón. Éste último era el maestre de Calatrava y es
conocido en Torrijos porque cuando se celebraron votaciones para la elección de
este cargo Torrijos se puso al lado de otro pretendiente, el infante de Aragón,
don Alonso. Por ello y como represalia por esa postura entró en Torrijos a saco
realizando una serie de desmanes, robos y vandalismos que muestran la
personalidad de este bárbaro y sus reacciones cuando no se le daba el capricho.
¡Y a punto estuvo de casarse con Isabel la Católica! Afortunadamente para esta
mujer murió cuando iba a Segovia para contraer matrimonio.
Su hermano Juan
Pacheco reunía buenas cualidades políticas, sin la fiereza y bestialidad de su
hermano, pero lleno ambiciones ilimitadas y de una codicia sin freno. La razón
por la que llevaban diferentes apellidos se debe a que Juan tomó el apellido
Pacheco por las capitulaciones llevadas a cabo y que llevaría, como
primogénito, el apellido de la madre, Pacheco.
Nació
en Belmonte, provincia de Cuenca. Entró a formar parte del cortejo de don
Álvaro de Luna como doncel, del cual aprendió todas las intrigas y manejos de
la política. La ambición de don Álvaro le enseño a tratar de hacerse con todas
las propiedades que quisiera, ambición sin límites.
El Cronista
Hernando del Pulgar nos dice de él: “Era
omme agudo e de grand prudencia: e seyendo moço vino a biuir con el rey don
Enrique cuando era príncipe, e alcançó tanta gracia que fue más acebto a él que
ninguno de los que en aquel tiempo estauan en su seruicio. [...] Fablaua con
buena gracia e abundancia en razones, sin prolixidad de palabras. Tenbláuale un
poco la boz por enfermedad acidental, e no por defeto natural. En la hedad de
moço touo seso e autoridad de viejo. Era omme esencial, e no curaua de
apariencias ni de cirimonias infladas.”
Una
vez instalado en el poder y tras dos matrimonios de conveniencia su patrimonio
familiar comenzó a reunir una serie de villas y tierras que le hicieron ambicionar
mucho más. Y este patrimonio fue aumentando por la astucia que mostraba en
todas sus actuaciones políticas, máxime cuando entró a formar parte de cortejo
del que posteriormente sería el rey Enrique IV.
En la lucha política que los
infantes de Aragón (el rey de Navarra Juan I y el maestre de Santiago, Enrique
de Aragón) contra el gobierno de Álvaro Luna, el príncipe don Enrique había
cometido un tremendo error: participar en esas luchas de bandos como un noble
más. Fue por estas fechas cuando Pacheco tomó las riendas de las decisiones del
príncipe, llegando a participar con sus hombres en la primera batalla de Olmedo
en la que los infantes de Aragón quedaron derrotados. Como recompensa por esta
acción Juan Pacheco fue nombrado por Juan II marqués de Villena, uno de los
títulos nobiliarios más codiciados de todo el reino por su riqueza patrimonial
y rentista.
Una vez fallecidos
Juan II y Álvaro de Luna, Juan Pacheco se hizo con un poder inmenso. Entró a
formar parte del Consejo Real, junto con su hermano Pedro Girón, lo que le hizo
llevar las riendas de la política de domino absoluto de la situación, y retener
en sus manos los resortes de Castilla. También entraron en este Consejo el tío
de ambos, el arzobispo de Toledo Alonso Carrillo.
Así que el poder verdadero residía en esta familia, que dominó todos los
resortes de Castilla.
Cuando en 1462
nació Juana, hija de Enrique IV y de Juana de Portugal, toda la corte la juró
como heredera, incluso Isabel (la Católica) fue su madrina de bautismo, y el padrino
el ambicioso Juan Pacheco, marqués de Villena. Pero posteriormente la
desplazaron injustamente de la corona de Castilla en beneficio de Alfonso,
hermano de Enrique IV y de Isabel. Una jugada más de estos parientes para
hacerse con los resortes del poder.
Siempre tratando de encontrar
soluciones que beneficiasen su ambición, el marqués de Villena buscó encuentros
con Enrique IV para llegar a un entendimiento, pero siempre ambicionando
aumentar su poder económico y políticos. Pero entonces fue cuando aparece
Beltrán de la Cueva que entra a formar parte del Consejo Real y se transforma
en el favorito del rey, lo cual enfurece a Juan Pacheco, iniciando entonces una
serie de argucias para hacerse con las riendas. Para ello acusa a Juana de ser
hija de don Beltrán de la Cueva, y no del rey Enrique. Por lo que se hace con
la privanza del príncipe Alfonso y le maneja a su antojo, tanto que le hace
heredero de la corona y tras varias vicisitudes le lleva Ávila donde Alfonso fue coronado con el
título de Alfonso XII, realizándose la llamada “Farsa de Ávila” en la que se
montó un escenario con un muñeco de madera y los nobles le iban despojando de
los símbolos reales en una representación realmente vergonzosa e indigna de
llevarse a cabo por la nobleza castellana ansiosa de obtener los privilegios
casi reales. Su ambición llegaba a tales extremos.
Pero la astucia y
las veleidades políticas de Pacheco le hicieron acercarse en varias ocasiones
al rey Enrique para obtener la paz, pero siguiendo manifestando lealtad al
príncipe Alfonso. Incluso hizo que éste renunciase al apetitoso título de
Maestre de Santiago para entregárselo a Pacheco.
El historiador del
siglo XVI, Andrada, nos lo describe de la siguiente forma: “Alcançó el Maestradgo de Sanctiago en esta manera. Como supiesse que
don Rodrigo Alonso Pimentel, conde de Benavente, su yerno, lo avía pedido al
Rey [...], y que el Rey se lo avía prometido, fuesse a la villa de Ocaña, donde
tuvo manera que los Trezes se juntassen y le eligiessen por Maestre, sin dar
parte al Papa ni al Rey; y assí le eligieron en el año de 1467. Y aunque muchos
alcaydes de los castillos de la Orden no quisieron entregárselos, al fin, como
era tan poderoso y de tanto ánimo, todos se le rindieron.”
Fue
por esta época cuando tuvo lugar la segunda batalla de Olmedo, en la que se
enfrentaron las fuerzas de Pacheco, Girón y Carrillo, en la que el rey Enrique
obtuvo la victoria, pero no quiso proclamar su éxito, por lo que se dice que
quedó en tablas. Pacheco hizo que el príncipe Alfonso se enfrentara a su
hermano el rey Enrique.
Poco después tuvo
lugar el fallecimiento del príncipe en Cardeñosa, cuando se trasladaba a Ávila.
Perece ser que comió unas truchas en mal estado y falleció. Hay quien afirma
que fue Pacheco el que ordenó su envenenamiento, aunque estas afirmaciones
proceden del bando contrario, por lo que hay que tomarlas con mucha precaución.
La ambición de
Pacheco no tenía límites y trató de emparentar con la Casa Real mediante el
matrimonio de su hermano Pedro Girón con la princesa Isabel. Una jugada que
afortunadamente no le salió bien. Habiendo Enrique nombrado heredero a su
hermano Alfonso, en detrimento de su hija Juana, el astuto Pacheco encontró la
solución de que en caso de fallecer el
príncipe Alfonso se encontrase con que Isabel de Castilla habría de ser la
heredera. Así que concertó el matrimonio de la princesa con su hermano el
salvaje Pedro Girón. Afortunadamente falleció en Villarrubia de los Ojos cuando
se dirigía a Segovia para contraer matrimonio, por lo que los planes de Pacheco
se vinieron abajo. Por ello no es de extrañar que el bando contrario le acusase
de envenenamiento del príncipe para que el matrimonio pudiera celebrarse,
entrara en la familia real y más tarde fuera cuñado de la reina de Castilla,
con todas las oportunidades que semejante enlace le proporcionaría.
El rey, con su
proverbial deseo de mantener la paz, hizo las paces con Pacheco, accediendo a
firmar el Pacto de los Toros de Guisando por el que Isabel era declarada
heredera de Castilla. Pacheco se hizo cargo de la custodia de la princesa para
de esa manera poder manejar los resortes políticos.
Es ahora cuando interviene el
arzobispo Carrillo, pues no se fiaba de su sobrino Pacheco, e inicia, junto a
Gutierre de Cárdenas y el cronista Alonso de Palencia los contactos para que
Isabel contrajera matrimonio con el príncipe heredero de Aragón, Fernando (el
Católico).
Pacheco,
que veía que con ese matrimonio perdía poder y quería casarla con el rey de
Portugal se puso en contacto con el rey Enrique para de esa manera aligerar ese
matrimonio. Enrique IV que no deseaba enfrentamientos con Pacheco aceptó la
solución, pues además en el acuerdo de los Toros de Guisando se especificaba
que Isabel se casaría con la autorización de su hermano Enrique, cosa que no se
realizó, rompiendo de esa manera el acuerdo firmado.
El matrimonio entre Isabel y Fernando, hizo
que Pacheco tomara una decisión que muestra sus ambiciones, pero también sus
veleidades, pues le llevó a concertar un matrimonio de la hija de Enrique,
Juana (la Beltraneja) a quien había desheredado tiempo atrás y de esa manera
llevarla al trono mediante el matrimonio con Carlos de Berry, el duque francés
de Guyena y hermano del rey de Francia. Pero la muerte del duque truncó este
matrimonio, el cual, caso de haberse llevado a cabo habría originado nuevos
enfrentamientos hereditarios. Tiempo antes había intrigado para que Isabel
contrajera matrimonio con este duque, cosa que no se llevó a efecto por la
habilidad del arzobispo Carrillo y Gutierre de Cárdenas, que maniobraron para
acordar el matrimonio con Fernando de Aragón.
No terminaron aquí los enredos y maquinaciones
de Pacheco, pues entró en tratos con el rey de Portugal para su matrimonio con
Juana, pero no alcanzaron soluciones. Pacheco ya no era el de antes.
Posiblemente se encontrara cansado, pero ello no le impidió que la última etapa
de su vida tratara de encontrar matrimonio de sus familiares para aumentar su
influjo en la sociedad, adquiriendo inmensas propiedades y realizando espléndidas
construcciones de palacios. Es de destacar que una de sus hijas, Mencía
Pacheco, contrajo matrimonio con Diego de Cárdenas Enríquez, I duque de
Maqueda.
Fue un hombre que
manejó la sociedad de su época, con algunos aciertos y muchos errores a causa
de su desequilibrada ambición, cambiando de bando constantemente,
enfrentándose con quien se pusiera ante
a él. No admitía contrincantes, ni siquiera al rey, al príncipe Alfonso o la
princesa Isabel, a quienes dominaba de forma absoluta, dando órdenes y desobedeciendo
las reales, o aceptando para posteriormente hacer lo que quisiera.
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