LA HOGUERA
Una de las
escenas que menos me agradó de El Quijote fue cuando se quemaron numerosos
libros por parte del barbero, el cura y el licenciado, manifestando que esos
libros habían sido los responsables de su locura. No sé si Cervantes se quiso convertir en miembro de la
Inquisición, pero el hecho de mostrarnos un hecho tan despreciable fue un gran
error por parte de Cervantes, que no se mostró como el "Fénix de los
Ingenios", pues mostró poca sensibilidad con los libros, por muy malos que
fueran escritos o por muy malos que
fueran los argumentos que los mismos desarrollaban.
La quema de libros ha sido una
constante en historia, y no solamente la destrucción de obras de arte, como son
esculturas, inscripciones, cruces, recuerdos del pasado, la destrucción del
Palmira por el Estado Islámico etc. La ley de la Memoria Histórica está
llevando a cabo una actitud semejante a la mencionada más arriba, destruyendo
numerosas inscripciones, lápidas, nombres de calles, y otros numerosos conjuntos
pétreos que muestran una imagen de una parte de la Historia de España, que
agrade o no ha existido.
Un error de esta
actitud lo comprobamos en la
inquisición, cuando no solamente quemaban personas por no pensar igual que los
administradores de la fe, sino que se quemaban numerosos libros que no
coincidían con el pensamiento religioso. ¿Habría que destruir todos los
documentos, legajos, nombres de calles, inscripciones y obras de arte o
escenarios donde la Inquisición
intervino? Sería catastrófico para nuestra cultura y para el conocimiento del
pasado.
La quema de libros no solamente
ha sido llevada a cabo por instituciones religiosas, sino que las corporaciones
políticas o gobiernos absolutistas realizaron esta misma acción al objeto de
eliminar todos los escritos que se oponían a sus ideas. Tal es el caso de
Hitler quien mandó o permitió la quema de aquellos ejemplares que no eran adictos
a sus pensamientos. Y lo mismo sucedió en Chile cuando Pinochet accedió a la
jefatura del Estado mediante un golpe que dio por tierra al gobierno popular.
Una novela que muestra semejantes
actitudes es la famosa “Farenheit 451”, del autor americano Ray Bradbury,
novela de gran impacto en su época y que aún se continúa leyendo, donde la
quema de los libros que no coincidían con el credo político había que
destruirlos mediante la hoguera.
¡Cuántas personas han sido
sacrificadas injustamente por mostrar sus ideas o por publicar sus creencias
que no coincidían con la norma establecida por un grupo social.
Miguel Servet fue condenado por
un tribunal en Ginebra por dudar sobre la Santísima Trinidad o por la
circulación de la sangre. Murió en la hoguera y despreciado tanto por católicos
como por protestantes.
Galileo se atrevió a defender la
teoría de Copérnico que indicaba que la Tierra no era en centro del universo, como
había manifestado Ptolomeo, sino que se movía alrededor del sol, por lo que le
llevaron a un tribunal. Se le condena a prisión perpetua, y se le exige que
abjure de sus ideas, cosa que hace poco después, manifestando la famosa frase
“e pur si muove” (y sin embargo se mueve).
Pero recientemente hemos asistido
a un hecho que viene a imitar a los nazis, a los quemalibros del Quijote, a los
islamistas cuando hemos visto a una
política ¿política? del grupo Societat Civil Catalana, Empar Moliner,
quien en medio de su parlamento en Cataluña ha quemado una publicación de la
Constitución española. Este acto ya lo habíamos presenciado con otro político
de Amaiur, Sabino Cuadra (apellido que le va muy bien) aunque sin la quema,
pues solamente la destruyó con las manos, pero la intención era la misma: la
destrucción.
Esta mujer y este hombre han mostrado la poca
educación que tienen, la escasa sensibilidad hacia los libros. Se han mostrado
como dos energúmenos, como dos ejemplares dignos de figurar en las páginas de
El Quijote como destructores de la cultura, de la política y de la buena
educación. Personas como las mencionadas deberían figurar en las crónicas
negativas de la historia de nuestra nación para ejemplo de lo que no se debe hacer.
Recordamos el horror que supuso para la cultura el robo del llamado “Códice Calixtino” de la catedral de Santiago por un trabajador encargado de asuntos referentes a la electricidad, códice que se hallaba guardado en una cámara acorazada, junto con otros manuscritos, para su protección. Fue realmente una noticia que conmovió al mundo de la cultura ya que su desaparición habría supuesto una pérdida irreparable para nuestra historia y para nuestro acervo cultural, pues semejante libro supone un hito para cultura española en relación con el Camino de Santiago.
Me
tiemblan las manos al pensar que pueda haber enemigos de cualquier religión o cultura que puedan quemar o
destruir los legajos, libros, códices, manuscritos, pergaminos que se
encuentran protegidos en numerosos monasterios, iglesias, ayuntamientos o
registros civiles porque no se identifican con sus creencias. Muchos de los
escritos consignados han ido configurando la cultura de numerosas poblaciones y
países, han mostrado la evolución del pensamiento, el progreso y desarrollo de la cultura, sin los cuales
hoy el mundo no sería lo que es, sino que aún nos mantendríamos en la edad de
piedra o algo semejante.
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