
DE UN CIPRÉS
Hay en el cigarral un ciprés que se ahoga
entre cipreses sanos.
Espigaba su altura, su verde adolescencia
con ímpetu y vigor,
cuando una yedra ansiosa que junto a él medraba
lo enlazó lentamente.
Lo rodeó primero con un tímido abrazo
y luego, posesiva,
encarceló su instinto buscador de las nubes
frenando ya su ascenso vertical;
y trepó hasta la cima de cónica figura,
y deformó su forma,
con ímpetu y vigor,
cuando una yedra ansiosa que junto a él medraba
lo enlazó lentamente.
Lo rodeó primero con un tímido abrazo
y luego, posesiva,
encarceló su instinto buscador de las nubes
frenando ya su ascenso vertical;
y trepó hasta la cima de cónica figura,
y deformó su forma,
y le arrancó sus ramas,
y descarnó su carne, dejándole sin fuerzas,
sin voz para un lamento,
y le apagó sus verdes, y se bebió su savia.
y descarnó su carne, dejándole sin fuerzas,
sin voz para un lamento,
y le apagó sus verdes, y se bebió su savia.
Lo miro y me da pena y pena le doy yo:
pese a todo, su flecha roza el cielo y yo, no.
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